Alfredo Radoszynski, la noche de la celebración en ciernes de su cumpleaños 90, en el Teatro Colón.
Siempre me gustó la música aunque nunca pude aprender más que los rudimentos muy básicos de la guitarra. Pero disfrutaba enormemente el escucharla y asistir a shows, sobre todo de jazz.
Cuando se creó Trova a mediados de la década del 60, no tenía la expectativa de lo que sucedió después. Yo estaba en una etapa crítica de mi vida, disconforme con mi trabajo y, gracias a la ayuda y presión de mis amigos, recalé en un tratamiento psicoanalítico que, no sólo me ayudó a aclarar qué es lo que yo quería hacer, sino que hasta los médicos de la clínica en la que me trataba me alentaron e invirtieron en la creación del sello, al que se sumaron algunos “fanas” del jazz que yo frecuentaba por aquel entonces.
Los comienzos fueron difíciles, conseguimos algunas licencias de pequeños sellos de jazz de Estados Unidos, un sello de lo que hoy llamaríamos “world music” y de a poquito comenzamos a grabar a algunos grupos de jazz en formato “simple” (un tema de cada lado) o “doble” (2 temas de cada lado).
El primer LP (long play, larga duración) que produje fue del trio de Enrique “Mono” Villegas “En cuerpo y alma”. Luego vinieron los discos de Dona Carol, Blue Strings (grupo de los hermanos López Furst) y la Porteña Jazz Band. Y más discos del “Mono” y la Porteña.
Los años 60 eran un hervidero de creatividad y empecé a sentir que teníamos que expandir el horizonte musical. Empezamos a producir algunos discos de folclore (María Escudero, Omar Moreno Palacios) y allí me encontré con un grupo que me pareció excepcional: Cuarteto Vocal Zupay, del que produje sus dos primeros discos.
También incursionamos en el tango con el Trio Contemporáneo y tuve la suerte de cruzarme con los comienzos de la carrera como cantante de Susana Rinaldi, un descubrimiento para mi por la expresividad con la que cantaba.
Paralelamente, conseguí un licencia de un sello brasileño que se dedicaba a la Bossa Nova y lanzamos en el mercado argentino a artistas como Vinicius de Moraes, Dorival Caymmi, Baden Powell, y otros.
Un día, para mi sorpresa, se presentó Astor Piazzolla junto a Horacio Ferrer para proponerme grabar su “operita” María de Buenos Aires. Yo no lo podía creer: Piazzolla era un músico importante en aquel momento, aunque poco comprendido.
También para esa época produje el primer disco (que no sería el único) de boleros de Chico Novarro.
Y luego conocí a Les Luthiers. Yo no podía creer lo que veía y escuchaba. Eran tan originales, creativos, musicales y graciosos que no tuve más remedio que grabarlos y hacerme amigo de ellos.
Poco tiempo después, en 1970, me dí el gusto de mi primer producción internacional con Vinicius de Moraes, Maria Creuza y Toquinho. Nos habíamos conocido y hecho amigos con Vinicius en el 68, cuando actuó en Buenos Aires, y al presentarse en julio del 70, en una temporada en el café concert “La Fusa”, acordamos grabar el show.
Un par de años después, se acercaron al sello artistas consagrados (y otros por consagrarse) del rock argentino como Litto Nebbia, con el grupo Huinca y luego solo; Aquelarre (sus dos primeros discos), Pedro y Pablo, Roque Narvaja, Miguel y Eugenio, etc.
Opus Cuatro, Alberto Favero, Marián Farias Gómez, Dina Rot, Carlos Perciavale y Antonio Gasalla, Pacífico, Nueve de Cámara, Amelita Baltar, Quinteto Clave, Cipe Lincovsky, Marikena Monti, Uña Ramos, Canela, Moncho Mierez, Eduardo Lagos, Cuarteto del Canto, Las Musinas, La tía Leonor y sus sobrinos, Sebastião Tapajos, Pedro dos Santos, Nana Caymmi, fueron los artistas que también produje, la mayoría iniciando sus carreras con nosotros.
Lanzamos por primera vez (bajo licencia) en Argentina discos de Maria Bethânia, Gal Costa, Gilberto Gil, Novos Baianos, Canned Heat, Dionne Warwick, etc.
No me puedo olvidar de los directores musicales con los que trabajé y que me ayudaron y enseñaron a entender la música en su sentido más amplio: Los hermanos Jorge y Oscar López Ruiz, Mike Ribas, Juan Carlos Cuacci y Oscar Cardozo Ocampo, a los diseñadores gráficos Carlos Rolando, Oscar Zárate y Juan Arraubarrena, y el querido amigo y fotógrafo Gianni Mestichelli; que le dieron la estética visual que estos artistas necesitaban y los técnicos de Estudios ION (mi segunda casa) que captaban el sonido que producían esos maravillosos artistas: Osvaldo Acedo, Juan Carlos Manojas y Carlos Piriz.
Al retirarme de Trova, emprendí un camino como productor independiente, sin sello, que empezó con Jorge Navarro, Les Luthiers y el grupo Gotan. Los discos fueron fabricados y distribuidos por un mayorista, pero eran años difíciles en Argentina y no pude sostener el proyecto en el tiempo.
A finales de 1979, después de un par de años casi sin trabajo en el medio musical, me fui a vivir a Brasil por un año, en 1981 a Barcelona, a mediados de 1982 otra vez a Brasil y volví a Argentina a finales de 1983. Fueron años de exilio de la música.
Participé en la pre-producción del disco en español de Gilbert Becaud, intermedié para la llegada por primera vez al país de Caetano Veloso, Gal Costa y Alcione, produje para España cuatro discos de pianistas de jazz argentinos: Jorge Navarro, Rubén “Baby” López Furst, Norberto Macline y Horacio Larrumbe.
Conseguí las licencias de los más importantes sellos independientes de Brasil, otros de España y armé, junto a mi hijo Sergio, el sello rp music.
Unos años después de mi salida de Trova, esta se dividió en dos, quedándose unos con el nombre y la mitad del catálogo y el otro con la otra mitad, que después de algunos años casi no tenía los discos disponibles para el público ya que su dueño se dedicaba a otra profesión. Luego de mi regreso a Argentina, acordamos que yo manejara esa parte del catálogo colocándolo en España, Brasil y logrando las primeras ediciones en CD en Argentina. Finalmente, compramos ese catálogo (que yo produje en su gran mayoría), que fue como recuperar la mitad de mis hijos.
Junto a Sergio, mi hijo, produjimos el disco de José Ángel Trelles “El cantor de Buenos Aires”, con la dirección musical de otro grande: José “Pepo” Ogiviecki.
Trabajar de lo que a uno le gusta hace que éste se convierta en un placer, pero trabajar, además, con artistas a los que uno admira es un privilegio. Y entablar una amistad con la mayoría de ellos, no tiene palabras que lo definan.
Tuve esa suerte: pude trabajar de lo que siempre me gustó por sobre todas las cosas (la música), con artistas que admiré, admiro y admiraré.
No tengo palabras para agradecer.
Sólo música.