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El blog de Mario Morando

Una rara anti-autobiografía

Luis Sierra

La generalidad de las autobiografías apuntan al autoensalzamiento. Algunas enfatizan errores, como un tiro por elevación a sus virtudes. Pero que alguien escriba una confesión de fracaso vital, no es algo que yo hubiera visto.

Hasta que me topé con un Cuaderno de Lecturas Académicas de la Academia de Tango, el número 5, que me obsequiaran gentilmente su presidente Gabriel Soria y su tesorero Fernando Finvarb, dos tangueros de ley.

Se trata de la autobiografía del crítico de tango Luis Adolfo Sierra, que hace honor a su profesión, en este caso, aplicado al arte de vivir. Se auto-titula: “Nací en París…¿y qué?”. Y nos hace dudar de las virtudes de la franqueza.

No queda más que transcribir sus partes pudendas:

“Nací en París, la patria adoptiva del Tango, un día cualquiera del siglo que corre (el XX)… No quedaron rastros de mi advenimiento en la Ciudad Luz. ¡Siempre lo lamenté! Aquello fue una mera coincidencia: mi destino era Buenos Aires. Llegué cuando apenas tenía dos meses de edad. ¡Y para siempre! Anclé en una ciudad que nunca quise, capital de un país que tampoco quiero. Acaso con temperalmental disconformidad.

Sólo quise y sentí hondo, las dos pasiones de Buenos Aires: el fútbol y el Tango. Pensé siempre en alejarme, evadirme…nunca alcancé la meta propuesta. Mi rebeldía quedó siempre frustrada, por una indecisión de carácter que jamás pude superar; me dejé vivir, sin fe, sin aspiraciones, sin ambiciones. Mejor dicho, me pasé la vida dando ventaja. Aferrado a ciertos conceptos, a cierta conducta, que me llevaron a una encrucijada sin salida. Elegí invariablemente el camino adverso, siempre debatiéndome en el tremendo conflicto íntimo de “lo que uno cree que debe ser; y lo que fatalmente tiene que ser.” Se me dio el juego contrario. Aprendí a perder, y me acostumbré a no ganar. Me lo había propuesto acaso, sin darme cuenta…Mis desencuentros con la vida son vulgares; son los mismos desencuentros de todos los mortales que no supieron orientar su existencia. No tiene importancia; ni me lamento al enhebrar este negativo balance. En la vida de los genios se justifica únicamente el “racconto” de su trayectoria; en los hombres comunes no tiene sentido. Se me ocurre, en cambio que mi derrotero en el Tango ¡también frustrado! –podría contener algún episodio que alcanzara, en cierto modo, el interés de la anécdota curiosa. A ese aspecto me propongo ceñir esta reseña. Comienza así…

(y termina así, luego de 13 páginas)

Creo haber reflejado con cierto desorden y frecuentes repeticiones, pero con claridad, mi posición estética y temperalmental en el Tango; así lo siento, y así lo entiendo. Nunca se me ocurrió escribir letras, ni componer música; mejor dicho, me propuse no hacerlo nunca. Desahuaciado por propia convicción todo intento como ejecutante, entendí siempre que componer algo me colocaba en posición de juez y parte; preferí mantener mi libertad absoluta en el juicio crítico, que a la postre no me sirvió para nada. Fácil me hubiera sido escribir algunas estrofas, rimando “corazón” con “canción” y tener actualmente un nutrido repertorio de Tangos en colaboración musical con importantísimos compositores; a esta altura de mi vida podría tener Tangos en colaboración con Cobián, Bardi, De Caro, Maffia, Laurenz, Artola, Mora, Galván, Gobbi, Troilo, Stamponi, Francini, Piazzolla y tantos otros maestros de la composición: esto podría haberme creado una sólida posición autoral y como consecuencia, una respetable posibilidad directiva en SADAIC, a la que jamás aspiré. Dicho en otros términos, traté de mantenerme incorruptible en la composición, para tener las manos libres como crítico, en cuyo terreno luego de cosechar buenas intenciones por espacio de muchísimos años, recogí nada más que ingratitudes, olvidos, desconocimiento y evasivas…Creí que podía ser útil de alguna manera al Tango; pensé que el aporte de una experiencia cimentada desde la infancia, con cierta cultura integral e incluso con conocimientos universitarios, podrían concretarse en algo de provecho en el aspecto bibliográfico y la difusión del género: lo único que conseguí publicar es lo que nunca se me pagó subestimando siempre mi esfuerzo y mi sacrificio. Escribí, paciente y gratuitamente, en “Sintonía”, y en innumerables publicaciones especializadas. Estuve siempre dispuesto a “poner el hombro” en cuanta “cinchada” se presentase. ¡Todo inútil! Jamás afloró nada; contribuí con mi tiempo, mi cariño y mi esperanza a muchas tentativas. Solamente quedó en pie “El Club de la Guardia Nueva” de Montevideo, desde donde fui requerido para prestar mi aporte; quedaron algunas notas y artículos en “Tangueando”, que no alcanzaron otra difusión que la limitada a los propios miembros de la referida entidad. Fue también solicitada mi participación en concursos radiales de preguntas y respuestas, como jurado: los mismos resultados decepcionantes. Incursioné en el mundo del comentario radial; tuve a mi cargo una importante audición de Tangos, regida por una selecta elección de grabaciones y una seria información crítica. No solamente entramparon la remuneración convenida, sino que en más de una ocasión tuve que exhibir el libreto al portero para que me franqueara la entrada al estudio…

En otro campo de actividad, consecuente con mi confesada admiración por los arregladores musicales, que son verdaderos creadores artísticos, consagré mi esfuerzo a la formación de la “Sociedad Argentina de Orquestadores y Arregladores”; la entidad alcanzó a formarse con mi activa participación, pero el esfuerzo resultó también estéril. Participé luego como asesor de una fracción electoral de SADAIC; integré luego una comisión investigadora, cuya labor absorbente por espacio de casi seis meses resultó totalmente inoperante, cosechando numerosas enemistades, ingratitudes y molestias personales de toda índole. Volví al Tango; colaboré en un trabajo postrero con Argentino Galván. Una historia discográfica del Tango, virtiendo en un folleto ilustrativo una información reunida en muchos años de paciente dedicación. La subestimación del enorme trabajo realizado llegó al extremo de no reconocerme la empresa grabadora honorario alguno; por todo ello, y tantas otras decepciones, resolví alejarme definitivamente del ingrato mundo del Tango con la absoluta convicción de que en nada pude contribuir con mi desinteresada y permanente consagración. Recogí una experiencia que es ya tarde para poder aprovechar; salvo muy contadas excepciones, los artistas más destacados suelen ser los menos consecuentes como amigos y dignos como personas; por eso he vuelto al anonimato. He vuelto a mis discos, y a mi archivo de recortes y documentos. Mis discos son menos que los de cualquier modesto coleccionista con la diferencia que tengo solamente lo que a mí me gusta. Y mi archivo fue últimamente depurado, para condensarse en once gruesas carpetas, con material casi suficiente para documentar una muy completa historia del Tango. Acaso todo eso, tan primorosamente reunido pueda servirle a alguien para ayudarlo a escribir un trabajo de aliento, tal como tuve yo siempre la intención de realizar: nunca habré de hacerlo; de eso estoy seguro, porque así lo he resuelto con carácter inapelable. Es éste, pues, mi prontuario de Tango. Julián Centeya me confirió un título que yo mucho valoro: Hombre de Tango, me dijo. Es acaso el mejor premio que se me pueda haber otorgado, por el esfuerzo y mi buena intención, aunque con resultados negativos; dejo la actividad del Tango con profunda decepción. Ha de latir muy adentro de mí la música popular de la ciudad, para que siga creyendo en sus notas, en sus acordes, en sus artistas…Razón tenía el “viejo” Fierro, cuando aconsejaba “no salir nunca del rincón donde empezó la existencia”; en ciertos casos, como el mío, la vida enseña muy tarde la lección.”

Conocer la Verdad de su Vida nos está vedado. ¿Se le habrá ido la mano con su autocrítica? ¿Será una venganza de todos los criticados a lo largo de su carrera de crítico, que lograron, aunando las energías de sus broncas, en el final, que él mismo apuntara su daga a su propio pecho?

Sin embargo, existe un indicio para conocer el equilibrio de sus opiniones. Y es escuchar a su ídolo de los cantores de tango: Antonio Rodríguez Lesende. Juzguen Uds., hermanos.

(¿no será mejor que le busque un fonoaudiólogo? ¿No se llamaría Resende?)

¿Pueden creer que además afirma que Gardel lo cansó y por eso eligió a Lesende?

Una grageita más: en toda su apreciación del tango, no menciona para nada a Pichuco.

Este tipo hizo, realmente, de su vida, un tango-canción.

¡Señores, un bajativo!:

 

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Un comentario el “Una rara anti-autobiografía

  1. Antonio Alvarez Dorrego
    22 agosto, 2016

    Lo leí con mucha atención.

    Algo para puntualizar es que el ñato, para compartir sus letras con los compositores no era manco. Ni Varela, Ni Sánchez Gorio. Desde Artola a Piazzolla, pasando por Gobbi, todos los diferentes.

    Lo copio a mi amigo Luis Tarantino, periodista especializado y miembro del Consejo Directivo de la Academia Nacional del Tango.

    Abrazo.

    PD: Luis, Mario Morando es el Presidente de la Fundación del Banco Ciudad. En los próximos días participará en el Congreso sobre Tango en la Academia.

    ________________________________

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Esta entrada fue publicada en 21 agosto, 2016 por en Filosofía y etiquetada con , , , , .
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