Son las 3 a.m. y me despierto, inusualmente embargado por una emoción inefable, un tanto angustiosa. Trataré de expresarla.
Sucede que asistí ayer a las 2 p.m. a una sesión especial de la Academia de Ciencias Económicas de Buenos Aires, donde se designó académico correspondiente en Australia (donde reside hace 30 años) a mi Maestro de Economía Política, Jorge Eduardo Fernández-Pol. Asistí con mi amigo Mariano Mendez Cañás, y mi hijo Martín, quienes fuimos personalmente invitados por Fernández-Pol. La disertación fue sobre un tema que no forma parte de la economía ortodoxa: «Economía Creativa: ¿Concepto Trascendente o Curiosidad Pasajera?».
Me impactó ver en un mismo lugar, luego de casi 40 años, a la mayoría de los docentes que me marcaron “a fuego” en relación a la carrera de economía. Por orden de aparición física en mi vida:
*Alfredo Martín Navarro: en 1976 dibujó en una página (que por supuesto atesoro) un esquema de lo esperable de la Lic. en Economía. Hoja de ruta tan precisa, que cuesta creer posible tanta síntesis. Y que tan orientadora me resultara a la hora de decidir mi vocación y encauzarla luego laboralmente.
*Jorge Eduardo Fernández Pol, a quien conocí en 1976 en mi visita exploratoria a la UBA, y con quien tuve trato semanal en la Univ. de Mar del Plata, asistiéndolo en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Bolsa de Comercio, por intercesión de Alfredo Navarro y del entonces decano de Ciencias Económicas García Prieto. Y que me influyó de modo perenne para abordar las categorías económicas y aspectos nucleares de la metodología del estudio de la economía; además de animarme con vehemencia (diría casi “conminó”) para migrar a Buenos Aires en búsqueda de horizontes ampliados.
*Juan Carlos De Pablo, a quien conocí en febrero 1979, en un seminario de 5 días que dictó en Mar del Plata (lo venía siguiendo con gran admiración a través de sus artículos en revista Carta Política), quien me afianzó en mi decisión de continuar estudiando en Buenos Aires (un par de semanas antes del viaje que yo tenía planeado, y que dudaba hacer) pues en dicho seminario gané un café con leche, a propósito de una apuesta sobre una propiedad no obvia del equilibrio de mercado bajo monopolio simple, que demostré mediante un contraejemplo. Gracias a lo cual me ayudó a publicar mi primer artículo en una revista económica. Además fue un formidable entusiasmador para embalarme en el estudio autodidacto de la economía. Lo más importante de un maestro no es tanto lo que enseña cuanto lo que incentiva a aprender por uno mismo. De Pablo me dio cuerda para años. Tal vez hasta le deba parte de la que hoy tengo.
*Luisa Montuschi, actual presidente de la Academia, docente de Economía Laboral allá por 1982 en la Univ. de Buenos Aires, de la que tuve oportunidad de nutrirme.
*José M. Dagnino Pastore, a quien conocí personalmente hacia 2006, pero que me había influído en 1975, al leer su manual de Economía Política en 5to. año secundario; mi primer contacto con la economía, y lo que me llevó a indagar sobre la misma en la entrevista con Navarro. Actualmente Dagnino Pastore y yo coincidimos en estudios sobre el Desarrollismo.
También estaban:
*Omar Chisari, asistente hacia 1979 al Instituto de Investigaciones Económicas de la UBA; involuntario anfitrión cuando yo concurría a visitar a Pol. Y a quien siempre había recordado, hasta hoy, con una cara aniñada que, con sorpresa, veriqué ayer que ya no tiene.
*Rinaldo Colomé, economista agrario con el establecí contacto telefónico hace tan poco como 2 meses.
*Enrique Bour, reputado docente de planificación económica, de cuya pericia didáctica las circunstancias me privaron.
Había otros 4 ó 5 académicos a quienes no identifiqué.
Todo este lote egregio de doctores en economía fue precedido ayer nada menos que por Julio Hipólito Guillermo Olivera, que salía mientras yo ingresaba en el hall de la Academia. Lo abordé sin éxito, con el ingenuo afán de invitarlo a la velada en el Teatro Colón de folklore argentino, pensando que la presencia de su co-terráneo santiagueño Vitillo Ábalos podía llegar a atraerlo. Pero Olivera ni pudo escuchar mis palabras, atenazado literalmente por un par de audífonos intraauditivos (que evidentemente no funcionaban), ni establecer contacto visual, pues miraba fuera del campo visual que lo hubiera conducido a mi persona. Casi ausente, en discontacto auditivo y visual. Fue un primer shock extraño ver en tal situación a tan conspicuo ex lúcido.
La reunión se desplegó en un clima de natural armonía hacia Fernández Pol, quien desarrolló su tópico durante unos 40 minutos. En síntesis, el argumento de la disertación fue que la economía real de nuestros días exige que la disciplina económica reconozca explícitamente que la innovación es una actividad económica. Además, enfatizó que la Economía Creativa es una etapa de desarrollo económico que ya ha sido alcanzada en países tales como Australia y los Estados Unidos.
Pero lo que a mí me hipnotizó fue verme en ese Olimpo de exformadores; todos juntos; lozanamente envejecidos. ¡Jamás los había visto a todos juntos! Fue esa Visión de Conjunto, donde sólo faltaban algunos de mis Maestros de Economía (incluso nombrados durante la reunión, como Alfredo Canavese y Rolf Mantel; y otros como Raúl Cuello o Roberto Devoto; y no economistas, pero fundamentales, como Héctor Sócrates Márquez, Francisco Olivieri, Jorge Avila o Alberto Aiub), lo que me produjo una INFINITA NOSTALGHIA de mis épocas de estudiante.
Me sentí transportado a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires en 1980, con ese clima de entusiasmo para conocer toda la Economía. Dicho sentimiento se vio agigantado por la presencia de mi hijo, que está ingresando a la facultad de ingeniería; por la de mi querido amigo Mariano Mendez, con quien compartimos la UBA hacia 1980, con ilusión de comprender; y por el relato que hizo Pol sobre su propia experiencia de estudiante y profesor.
Experimenté sentimientos muy encontrados. Gratitud. ¡Mucha gratitud! Nostalgia, por el tiempo inusitadamente transcurrido que no volverá. Remordimiento, por no haber hecho rendir todo el valor que esos Maestros aportaron a mis potenciales quilates como economista. Por haber recibido un acervo de conocimiento que mantuve estéril[1]. Y miedo frente a mi propio envejecimiento.
Mientras escribo me siento increíblemente afortunado de haberme nutrido de todos ellos, y de haberlos reencontrado como en el claro de un bosque mágico, en un cónclave maravilloso de magos, donde premiaron al que más influyó en mí de entre todos ellos. Y ser testigo privilegiado, junto con mi amigo-camarada y con mi hijo. Una película no podría haberlo plasmado más maravillosamente que lo que la realidad lo hizo ayer (18/11/2015).
Como si fueran pocas, todas estas vivencias fueron potenciadas luego a las 20hs. en el Teatro Colón, donde escuché 2 horas de folklore del de mi niñez. Tarragó Ros le dedicó “Villanueva” a mi difunta madre, Carmen. Y se premió a Ramona Galarza, que gracias a la admiración que mi madre le tenía, recibí un acordeón a piano que intenté sonar durante 6 años desde mis 10, siendo esa experiencia pilar de mi formación musical. Ver bailar el malambo a Vitillo Ábalos con 94 años. Encontrarme en la explanada de ingreso al teatro con Néstor Grindetti, mi primer jefe laboral, actual secretario de hacienda e intendente electo de Lanús.
Mucho pasado, todo de golpe presente. Y todo importantísimo en mi evolución social y personal.
Luego de todas estas palabras continúa inefable mi congoja de esta madrugada. Pero he hecho comprensible su razón de ser.
Finalizo citando el emotivo final de la conferencia de Pol, que pronunció sentidamente, con repetidos nudos en la garganta (recordar que vive hace 30 años lejos de su patria y de sus amigos):
“Me gustaría aprovechar la oportunidad para compartir con ustedes un puñado de reflexiones personales. Pero antes de ir hacia ellas, me siento obligado a manifestar públicamente un agradecimiento infinito a mi país natal por haberme permitido desarrollar mi potencial intelectual sin requerir nada como contrapartida. Argentina me abrió la oportunidad de acumular un capital humano que nunca podré devolver, y menos aún, agradecer suficientemente.
En 1966 elegí la carrera de economía. La razón principal de haber decidido estudiar la licenciatura de economía política en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) fue mi pasión por entender el funcionamiento de la economía de una vez y para siempre.
Indudablemente, yo fui un estudiante universitario con una suerte inmensa. La Facultad de Ciencias Económicas de la UBA de aquel entonces se encontraba bajo el liderazgo profesores eminentes, incluyendo Julio H. G. Olivera, Vicente Vásquez-Presedo, Antonio Valsecchi, y ayudantes del calibre de Guillermo Calvo y Manuel Fernández-López, para mencionar sólo algunos de los más prominentes.
Asimismo, tuve la oportunidad de interactuar con los internacionalmente reconocidos esposos Mantel y con brillantes compañeros de estudios tales como Enrique Bour, Alfredo Canavese, Osvaldo Feinstein, y Carlos Rodríguez. Por último, Luisa Montuschi –como colega en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UBA– me impresionó profundamente por su interés científico en problemas empíricos de la mayor importancia, como por ejemplo la economía del cambio tecnológico.
El medio ambiente intelectual aludido no pudo haber sido más propicio para un estudiante como yo, con un conocimiento económico básico muy modesto combinado con un deseo incontenible de aprender con entendimiento. Pero además de la formidable dotación de capital intelectual observable durante el periodo 1966-1986 en la FCE de la UBA, existió otro rasgo distintivo complementario. En efecto, el medio ambiente que tuve la suerte de disfrutar constituyó una época donde la adquisición de conocimiento –teórico o práctico– acerca de la economía fue un fin en sí mismo. Nuestra mentalidad estudiantil fue simple, pero muy beneficiosa: aprender lo mejor posible todo lo que nuestros maestros y compañeros de estudio nos ofrecían.
Después de varios años de estudio universitario llegué a la conclusión obvia que es imposible alcanzar un entendimiento definitivo de la economía. La esperanza de un entendimiento final fue un sueño de juventud. Sin embargo, debido a que uno nunca termina de estudiar y entender el sistema complejo y variable que llamamos economía, mi pasión por el estudio de la disciplina económica permanece intacta.”
Hoy estuve, por unas horas, en el Cielo de los economistas. Fue lindo. Pero también fue triste. Sentí que, como decía Mario Clavel, “algo se va”.
Es que algo se está yendo, de a poco.
Y es mi vida.
Post-scriptum:
Al salir de la conferencia, de Pablo le preguntó a mi hijo Martín:
“¿Y vos también vas a ser economista?”. A lo que Martín respondió: “Voy a estudiar algo más práctico. Ingeniería en sistemas. Más que estudiar la innovación como actividad económica quiero ser un innovador.”
Algo se va.
Y algo nuevo viene.
Así rueda y rueda la historia del Mundo.
[1] Al menos hasta ahora.
Estimadísimo Marito, Existen razones sobradas para que te hayas desvelado. De todos los académicos que vos mencionaste, solo he asistido a varias Conferencias de De Pablo, tipo que transmite lo más complejo de sus conocimientos como si estuviera en la cocina de tu casa tomando mate. Abrazo.
Date: Fri, 4 Dec 2015 12:56:25 +0000 To: aadorrego@hotmail.com