“Esta es la exposición de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso,
para que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres,
y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras,
así de los griegos como de los bárbaros,
y, sobre todo, la causa por la que se hicieron guerra”
Las Historias, libro I
Los libros más antiguos conocidos son Las Instrucciones (éticas) de Shuruppak, Himnos (religiosos) del templo de Kosh y La Leyenda de Etana, todos textos sumerios del 2.600 a.c. Del 2.400 a.c. es el Código de Urukagina (primer código conocido), también sumerio, y La Piedra de Palermo, que enlista dinastías egipcias. La Epopeya de Gilgamesh es del 2.200 a.c. Hoy nadie los lee.
Los libros más antiguos vigentes son Los Vedas (desde 1.500 a.c.), La Biblia (900 a.c. a 100 d.c.), La Ilíada y La Odisea (750 a.c.), que en su origen no eran libros sino poemas de tradición oral. Pero el libro científico más antigüo del que disponemos es Las Historias de Heródoto, quien nació en Halicarnaso, colonia persa en Asia Menor[1], en 484 a.c., hace 2.500 años. Sócrates nacería 14 años más tarde, Platón en 428 a.c., Euclides en 325 a.c. y Arquímedes en 287 a.c. Murió en 425 a.c.
Recordado como el Padre de la Historia, en realidad es el padre de la escritura en prosa con argumento. Simultáneamente científico social (etnógrafo e historiador), viajero y, por sobre todo, escritor con un estilo que sería guía, teniendo como antecesores a Homero y a su amigo Sófocles. No sólo cualitativamente, sino cuantitativamente porque una tragedia griega, leída en público, era 30 veces menos extensa que esta nueva forma que viene a inaugurar Heródoto. Puede inferirse de esta longitud, que no planeó su obra para el público sino para una elite de lectores. Su obra se leyó en público sólo cuando abarcaba los últimos 3 libros.
Heródoto comenzó a viajar hacia los 20 años, y hacia los 40 años a escribir Las Historias, que terminaron siendo 9 libros:
I) Creso rey de Lidia y Ciro rey de Persia
II) Egipto
III) Conquistas de Darío de Persia
IV) Fracaso de Darío de conquistar a los escitas
V) La revuelta de los jonios contra Persia
VI) El ataque a jonios, Esparta y Atenas
VII) Xerxes y la batalla de la Termópilas
VIII) Batalla de Salamina y otras
IX) Batalla de Platea y epílogos
Además de brindar un panorama general de los imperios de la época (Lidio, Persa y Egipcio), relata las guerras persas contra la heterogénea liga griega, bajo Darío y Xerxes, eventos que acontecieron entre 575 a.c. y 475 a.c., previos a su niñez. Es decir investigó procesos que comenzaron 91 años antes de su nacimiento y que concluyeron a sus 9 años de edad.
“Histories” significaba “investigaciones”. Específicamente una combinación de “investigador, evaluador y juez”. Sin embargo en general no se expide sobre la verdad de una versión, sino que se limita a decir “esto es lo que se dice, pero no estoy seguro”.
Evidencia desdén por los jonios y gran aprecio por la democracia de Atenas, que ocupa el liderazgo en su relato. Plutarco, que lo detestaba, afirmó que el gobierno ateniense lo recompensó con 10 talentos (unos U$S 276.000 de 2013) por esta parcialidad.
Como no dominaba otros idiomas, lo más probable es que el grueso de su recopilación se haya basado en entrevistas con sobrevivientes de los acontecimientos, parientes o amigos. Escribía en jonio, que no lo era, pues era la lengua de Halicarnaso.
Los libros dedicados a Egipto y Lidia lucen como inspirados en otros escritos que le sirvieron de guía, dado el orden que presentan. Lo mismo la descripción en los últimos 3 libros de lo que sucedía en Persia, siempre relatado de modo compacto y sin diferentes versiones. En cambio, cuando se refiere a Grecia, allí se nota más la fuente oral, pues generalmente brinda versiones alternativas de algunos acontecimientos.
Entre esos escritos que lo antecedieron, y en los cuales seguramente se nutrió, destacan los de Hecateo de Mileto, viajero, geógrafo y etnógrafo, autor de Genealogías y Viaje alrededor de las tierras. Se trata de uno de los primeros escritores en prosa, allá por el siglo VI a.c. Mientras las Genealogías reinspeccionan el origen de los griegos, sin escaparse por completo de Homero y Hesíodo, el Viaje brinda información más científica sobre egipcios y persas. De sus obras quedaron fragmentos que impiden apreciarlas en toda su magnitud.
Existen una docena de otros proto-historiadores, que mezclaban su relativa aceptación de la Genealogía de Hesíodo y de Homero con algunas críticas de segundo orden. Y que también eran más objetivos al tratar de pueblos no griegos. Casi con seguridad, gran parte del impacto personal que Heródoto dejó con su obra se deba a la ignorancia que tenemos de estos antecedentes.
Un elemento muy importante para despertar a los griegos de su sueños míticos fue la invasión Lidia y luego Persa de Jonia y otras tierras griegas en Asia. El choque de civilizaciones los llevó a inspeccionar las costumbres ajenas y al hacerlo surgió naturalmente la crítica de sus propias costumbres. Y la necesidad de reconstruir la historia de su identidad. Como diría Heráclito, todo progreso proviene del conflicto. De la dialéctica.
Los estudiosos opinan que la división en 9 libros de Las Historias no es la original, sino una adaptación posterior para ponerlo al estilo de la época, que consideraba las 9 musas[2]. Se conjetura que primero escribió los últimos 3 libros, sobre la guerra con los griegos en sí, y luego fue agregando el resto. La división original, parace haber sido la de 3 partes con 3 libros cada uno.
Para un lector actual las Historias es un libro desparejo, con tramos un tanto mecánicos y otros excepcionalmente asombrosos, ya sea por lo morboso o por las precisiones formuladas como si fuera un contemporáneo nuestro, con actual ironía y fineza.
Allí tomamos conocimiento que:
*la reina Hystaspes de los Massagetai, se vengó de la muerte de su hijo secuestrado por el rey Ciro de Persia, destruyendo dicho ejército en la batalla más sangrienta que haya habido entre bárbaros (no griegos)[3], donde murió Ciro y cuya cabeza inerte fue introducida por los massagetai en una bolsa con sangre humana, para burlarse de su sed sanguinaria.
*cuando el egipcio Sesostris fue atrapado en su casa incendiada por su hermano, para quedarse con su trono, combinó con su esposa salvarse utilizando el cuerpo de 2 de sus hijos como puentes humanos para poder salir de la casa ardiendo, salvándose así el matrimonio y sus otros 4 hijos.
*uno de éstos, Pheros, quedó ciego al heredar el trono. Al undécimo año una pitonisa le recomendó lavarse los ojos con orín de una mujer que acabara de tener sexo con su esposo. Comenzó probando con su propia esposa, pero no funcionó. Y siguió con otras mujeres que acababan de tener sexo con sus esposos hasta que encontró el orín milagroso, que le devolvió la visión. Luego de quemar a todas las mujeres que habían fracasado anteriormente en su cura, presumiblemente por adúlteras, casó con la mujer salvadora. Luego se redimió ofreciendo varios sacrificios en diferentes templos.
*el faraón Keops, necesitado de dinero, prostituyó a su hija hasta recoger la suma necesitada. Ésta le tomó el gusto al asunto, y siguió recaudando hasta construirse su propia pirámide, solicitándole a cada cliente que contribuyera con una piedra.
*el faraón Mykerinos violó a su hija, la que se suicidó por vergüenza. Su madre les cortó las manos a las damas de compañía que no supieron protegerla; su padre la puso momificada en una vaca de tamaño natural en madera, revestida en oro.
*durante el reinado de Asykis en Egipto, la escasez de circulante condujo a emitir una ley para facilitar el préstamo con prenda e hipoteca. El objeto de prenda era la momia del padre del prestatario y la hipoteca su tumba. Si el deudor fallaba en cumplir su deuda, no sólo perdía ambos bienes sino que quedaba inhibido por siempre de ser enterrado a su muerte. Lo cual, dada la creencia en la reencarnación final en el propio cuerpo, lo condenaba a una desaparición segura por falta de morada.
*reinando Amasis en Egipto, dictó una ley que obligaba a los súbditos a declarar al jefe de su distrito las fuentes de ingresos mediante las cuales se sustentaba. Quien no lo hacía debidamente, era condenado a muerte. Solón importó esta ley para Grecia.
*dado que los egipcios consideraban que el fuego era una bestia que devoraba el cuerpo, la cremación era absolutamente vedada, pues la necesidad era conservar el cuerpo para permitir la posterior reencarnación en el mismo, una vez que el alma hubiera terminado su ciclo de visitas en otros seres.
*cuando Cambysses erró el cálculo de vituallas necesarias para invadir Etiopía, sus hombres quedaron atrapados en el hambre, y obligados, luego comer hierbas durante varios días, a elegir por sorteo a uno de sus compañeros, cada 10, para ser devorado. Al enterarse de esto, debió cancelar la invasión.
*Cambysses aseguró la imparcialidad de un juez, haciéndolo sentar sobre un asiento tapizado con la piel del padre del juez, ejecutado en otra ocasión por venal.
*los Nasamonians compartían sus varias mujeres. La noche del primer casamiento la compartían con todos los invitados, quienes estaban obligados a entregarle a la novia un presente, a cambio.
*los tracios tenían la costumbre de consensuar, a la muerte de un hombre, quién de sus esposas era la más querida por él, a efectos de cortarle el cuello sobre la tumba y enterrarla para su compañía. El resto de las esposas no seleccionadas quedaban muy mortificadas. Eran muy celosos de sus esposas, pero dejaban que sus concubinas tuvieran sexo con quien quisieran.
*era costumbre persa enterrar niños vivos para agradecer al dios por el bienestar propio. La esposa del rey Xerxes 2 veces enterró 7 niños nobles agradeciendo su longevidad.
*cuando los persas persiguieron a los Phokians por las montañas, violaron tan reiteradamente a algunas mujeres, que las mismas fallecieron por su causa.
*cuando el rey tracio de los Bisaltios se enteró que sus 3 hijos habían desobedecido su orden de no concurrir con los persas a ver cómo combatían a los griegos, a su regreso los cegó, considerando que habían pecado mirando a sus aliados.
Estos ejemplos permiten entender por qué Las Historias no es un libro de lectura escolar. Sin embargo tampoco lo es hoy de adultos, quienes tomarían un contacto muy de primera mano con la antigüedad, porque Heródoto escribe como si fuera un cronista actual, con vivacidad y destreza.
Es cierto que hay huecos enormes en la primera parte del relato, por ejemplo el que se produce en el libro II, desde el 2.600 a.c. de la era de los faraones de las pirámides hasta 700 a.c. de la dinastía etíope. Pero el núcleo del relato, la guerra persa con la liga griega, es impecable.
El clima del relato está completamente repleto de la arbitrariedad del capricho de los reyes frente a la falta de frenos institucionales y la omnipresente codicia y voracidad de todas las conductas alimentadas sólo por el provecho inmediato, lo que conducía a crueldad extrema. Escasos actos de grandeza y dignidad.
Ejemplificadora de estos excesos es la locura en la que va cayendo Cambysses, cuyos caprichos fueron en aumento exponencial. Cuando soñó que su hermano Smerdis conquistaba el trono persa, desde Egipto, donde él mismo lo había enviado para mantenerlo alejado de su corte, se sintió amenazado y envió a su mejor asistente a asesinarlo. Cuando deseó casarse con su hermana, consultó a los escribas, quienes temerosos de contraríalo cualquiera fuera su respuesta, le dijeron que si bien la ley no permitía casarse con la hermana, también es cierto que había una norma que decía que el rey podía hacer lo que quisiera. Contento, casó con su hermana, y rápidamente lo hizo con otra hermana. Una noche, conversando en la cena con ésta última, se sintió contrariado cuando ella le hizo notar que él en otra oportunidad había dispuesto una lechuga en el plato de una manera diferente a la que ahora manifestaba preferir; asesinándola iracundo, estando embarazada. En otra ocasión le consultó a su ayudante más próximo qué opinaban sus súbditos de él. El fiel criado le dijo que creían que bebía demasiado y que no estaba del todo en sus cabales. Entonces Cambysses le dijo que trajera el criado a su hijo, para dispararle una flecha directo al corazón: si le daba justo en el centro, significaba que no estaba loco. Luego de dispararla, solicitó abrir el cuerpo del muchacho muerto para verificar la exactitud del disparo. “Ves que le dí justo en el centro. No estoy loco”. El lacayo no tuvo más remedio que asentir para evitar su propia muerte. En otra ocasión condenó una docena de persas por motivos infundados a ser enterrados cabeza abajo. Ingresó a templos sagrados donde ni el rey podía ingresar, y hasta quemó estatuas de esos templos. Intentó asesinar con su espada al amigo de su padre, el ex rey Creso, porque le daba consejos sinceros que le desagradaban, y no lográndolo debido a su escape, envió varios hombres a perseguirlo para matarlo. Pero estos se abstuvieron, porque temieron que al cambiar de opinión se enemistara con ellos. Efectivamente Cambysses cambió de opinión y se alegró al ver que Creso seguía vivo. Igualmente condenó a muerte a los desobedientes.
También su descendiente Xerxes dio enormes muestras de arbitrariedad, como cuando condenó a muerte al capitán que le salvó la vida sugiriéndole que le pidiera a varios soldados persas que iban en la misma nave a que se arrojaran para alivianarla durante la tormenta que estaban soportando. Su racionalidad le indicaba que así debía hacerlo, porque si bien le salvó la vida, lo obligó a hacer perecer a varios buenos soldados, los que se habían arrojado por sus propios medios por la borda. Antes de asesinarlo, le dio un premio en oro, por la parte buena de su acción.
La historia más escabrosa la protagoniza Xerxes. Enamorado de la esposa de su hermano Masistes, acudió al ardid de casar a su hijo con su sobrina, para generar simpatía en su cuñada. Pero al ver mejor a su sobrina, trocó su pasión por la madre en pasión por la hija, ya casada con su hijo. Le ofreció a la chica que le pidiera lo que sea, y como ella le solicitó un manto muy vistoso que la esposa de Xerxes le había regalado a éste, quedó muy al descubierto la relación. La mujer de Xerxes buscó vengarse con su madre, pues pensó que el regalo hacia ella era para conquistar a la madre. Xerxes advirtió esto y le pidió a su hermano que dejara a su mujer y que se buscara otra. A Masistes esto le resultó intolerable y mientras discutían, la esposa de Xerxes hizo mutilar a la esposa de Masistes, a quien consideraba objeto del deseo de Xerxes, cortándole los senos, las orejas, los labios, la lengua y la nariz, alimentando con ellos a los perros. Cuando Masistes vio a su esposa toda desfigurada huyó con su familia para tramar un golpe de Estado contra Xerxes. Pero éste los hizo perseguir a Masistes, sus hijos y sus tropas, y asesinarlos.
Es ejemplificadora también la conducta del rey Darío con su súbdito Oiobazos, cuando éste le solicitó que licenciara a uno de sus 3 hijos de concurrir a la guerra, pues sus otros hijos y él mismo lo hacían. Darío le dijo que no se hiciera problema, que les daba franco a los 3. Al partir Oiobazos, ordenó asesinarlos.
Estos desenfrenos con los que perseguían sus crudos intereses al servicio de pasiones inmediatas, nos hace reflexionar sobre cuánto avanzó la civilización (aunque a veces no lo parezca tanto). Esas pequeñas diferencias con el hoy, constituyen un abismo moral.
Una curiosidad aparte es la precisión aritmética de Heródoto para informar el número de soldados o muertos. En el libro VII dice que las fuerzas persas conducidas a Sepias y Termópilas totalizaban 2.641.610 soldados, sin contar auxiliares, estimados en otro tanto. Las estimaciones actuales no pasan de 300.000.
Otra curiosidad es cuando Heródoto se impone límites de discreción, especialmente en cuanto a relatar ceremonias religiosas secretas, explicando “aquí me callo para no violar la discreción que este asunto impone”.
La estratagema más espectacular relatada es cuando Xerxes, rey persa, reservó 1.000 cadáveres de los 20.000 que le ocasionó la batalla de Termópilas (enterrando al resto), e invitó a su tropa a visitar el sitio para ver los muertos del enemigo; disponia sus propios muertos como si fueran ajenos, para animar a sus tropas.
En medio de tanta crueldad, vileza, traición y avaricia, destaca la estoica resistencia y excepcional desempeño de los espartanos en Termópilas, aunque su heroicismo es bien mecánico como todo lo vinculado a Esparta. Y el episodio que a continuación se relata:
“Llegaron como desertores unos pocos hombres de Arcadia que no tenían medios de vida y querían prestar servicio. Los persas les condujeron a presencia del Rey y les preguntaron qué hacían los griegos; uno había que en nombre de todos les hizo esa pregunta. Ellos respondieron que celebraban la olimpíada y contemplaban un certamen gímnico e hípico. El persa les preguntó cuál era el premio por el que contendían; ellos le hablaron de la corona de olivo que allí se da. Entonces fue cuando Tigranes, hijo de Artabano, por proferir el más noble parecer, fue tachado de cobarde por el Rey. Pues al oír que el premio consistía en una corona y no en dinero, no pudo quedarse en silencio y dijo delante de todos: “¡Ah, Mardonio, contra qué hombres nos llevaste a combatir, hombres que no contienden por dinero sino por mérito!”. Tales fueron sus palabras.” Libro VIII, 26.
La primera edición latina completa de Las Historias fue la de Valla en Venecia, en 1474, y en 1584 un tal B.R. lo tradujo al inglés.
Si consideramos con Heródoto, que 3 generaciones abarcan un siglo, 75 generaciones nos separan de él. Diría el Zorzal Criollo: “que 2.500 años no es nada.” En los 10.000 años de acontecer humano intenso de los que tenemos noticia, anhelaron y sufrieron 300 generaciones de semejantes. Heródoto plasmó magistralmente los anhelos y sufrimientos de 3 de ellas. Por vez primera en la Historia conocida. Abonando su propia gloria.
Nota: el retrato de Heródoto: http://interclassica.um.es/var/plain/storage/original/application/2c2ddab2adf3448ef199bb78f3f91ba6.pdf
[1] El hecho de que no destine espacio en su descripción de imperios a los cartagineses, podría implicar que tenía su origen allí.
[2] En la versión en griego, el libro VIII termina en medio de una frase, al pasar al libro IX.
[3] Mientras que los griegos denominaban “bárbaros” a los forasteros no helenos, los egipcios lo hacían con todos quienes no hablaban su misma lengua.