Hoy (4/11/2014) Máximo Colello cumpliría 28 años; sólo 2 díasposteriores al centenario de su admirado don Rogelio Frigerio. Habría festejado jugando fútbol y comiendo asado con amigos.
Llegué a semblantearlo bien en un viaje que compartimos a Paraná, hace 11 meses, junto con Gustavo Puyó y Mario Busaca, dirigentes del MID, para presentar el libro “Frigerio: el ideólogo de Frondizi”.
Me apabulló su simpleza y su inteligencia directa, sin ambages. Sentí que trabajaríamos toda la vida juntos. Nos reconocíamos complementarios… A los 4 meses asistí a su funeral. Tenía cara de no morirse nunca.
Había viajado a Rosario, su ciudad natal, para un partido de Newells. Antes de concurrir a la cancha, recogió a su hermano Mauricio por la casa de un amigo, para llevarlo a su hogar. Allí se separaron, porque a su vez Mauricio debía recibir al diputado Garayalde que llegaba con su esposa, otra fan de Newells. A punto de reencontrarse en el estadio, subía Máximo la escalera camino al palco, cuando cayó súbitamente. Ya no se levantaría, víctima de un acv hemorrágico.
Como el velatorio había sido en Rosario, sólo pude asistir al entierro. Jamás había asistido a uno. Lógicamente sólo pude ver el féretro; no su ex cuerpo. Aún con la desgarradora escena de la bajada del cajón al foso, todo me resultó abstracto, por no haber visto en ningún momento a Máximo dentro del cajón. Parecía el cajón de Otro. Excepto por el llanto desconsolado de su hermano Mauricio, cuya unión había intensificado la mutua orfandad paterna desde hacía 6 años; y porque las caras de los presentes me recordaban que todos creíamos, la mayoría sin haber visto, que era Máximo quién estaba dentro del féretro.
Un empleado de la funeraria solicitó 3 veces, como la negación de Pedro, 4 “caballeros” para transportar el cajón: ingreso y salida de la capilla para el responso, y luego para posicionarlo sobre el foso. Resulta raro ver cómo ganan dinero, en tal dolorosa ocasión, haciendo trabajar a los deudos.
Máximo era frontal, espontáneo, de ideas claras y reacciones instantáneas. Lleno de energía e imaginación práctica. Venía del liberalismo, por razones aleatorias, pero se había ubicado a sí mismo en el desarrollismo.
Nos conocimos en la legislatura porteña, como organizador clave que fue de la presentación allí de la biografía de don Rogelio, en su calidad de asistente principal del entonces legislador Rogelio Frigerio.
Sentí que mi ascendiente sobre él era la fascinación que le había causado la lectura de esa biografía, por lo cual siempre tuve una especie de complejo de estafador, en el sentido que lo que yo recibí de Máximo era algo que no me pertenecía, sino como intermediario de lo que fue don Rogelio.
Nos encontramos brevemente en unas 20 ocasiones entre octubre 2013 y abril 2014, excepto la más extensa del viaje BsAs-Paraná-BsAs. Nos divertimos los cuatro, conversando en el trayecto, saliendo un viernes al mediodía y regresando el sábado por la tarde. Al regreso sufrimos bastante quienes no conducíamos, porque Máximo se había acostado a las 6 a.m. del sábado y habíamos salido a las 8.30 a.m. Durante el viaje, en varias ocasiones soltaba completamente el volante, dejando su brazo izquierdo sobre la ventanilla y el derecho caído al lado de su asiento, pues estaba convencido que el auto estaba perfectamente balanceado y no se corría ningún riesgo. Ante nuestras súplicas, volvía a tomar el volante, aunque no siempre con las dos manos. No lo ví cabecear ni una vez. Era increíble cómo se mantenía despierto, sin casi haber dormido. Incluso comimos opíparamente en la mitad del regreso en una parilla magnífica.
Excepto esa excentricidad de soltar el volante, Máximo resultó hacer honor a su nombre: estuvo en todo más que correcto. Y divertido. Se comía la realidad en crudo. Y era simultáneamente guapo y sensible. Como todo escorpiano.
Del sepelio me quedaron muy marcadas las devastadas caras de sus amigos, jóvenes como él, que sin emitir sonido gritaban a las claras: “¿Por qué?”. Me resultó todo tan increíble que no me llegué a emocionar. Es que todavía no puedo asimilar su muerte; me sigue pareciendo increíble. Como seguramente me lo parecerá la mía propia.
Porque la Muerte está siempre presente. Es lo que le da sentido a la Vida, que de ser eterna no sería nada. Y sin embargo… todos funcionamos como si fuésemos eternos. Como si todo evolucionara para nosotros sin fin. Cual protagonistas de La Invención de Morel (de Bioy Casares).
Máximo recién comenzaba a levantar vuelo y quién sabe cuántas cosas valiosas más hubiera realizado. Pero bastó lo que logró: hacerse querer. Por eso seguirá vivo en nosotros.
¿Se puede pedir más de una vida?
Sólo la descendencia biológica que no tuvo.
Hace un mes, el 8 de octubre, tuve que llamar a su hermano por un asunto de trabajo. Al buscar el teléfono en mi agenda, encontré primero el de Máximo y pensé “¿qué habrá sido de su teléfono?”. Juro que tuve el firme instinto de llamar para ver si me atendía su voz grabada; pero me contuvo el miedo al ridículo, frente a la posibilidad de que atendiera un desconocido y quedara yo telefoneando a un fallecido. ¡Cual no sería mi sorpresa cuando al día siguiente, recibí un llamado que no llegué a atender! ¡Y cuando rellamé para contestarlo, me encontré con la mamá de Máximo, diciéndome que me había llamado por error, porque seguía usando el celular de su hijo y allí estaba agendado mi teléfono!
Tengo cero duda alguna de que Máximo contestó mi intención de llamado.
A mi vez, le respondo ahora con esta nota conmemorativa que tenía hace seis meses en suspenso, y tuvo que esperar su llamado y su aniversario para ser terminada.
Hasta pronto Máximo.
No puedo más que agradecerle Mario. Hermoso homenaje a Máximo. Quizás. Algún día encontraré respuestas a tantas preguntas.
Gracias nuevamente. LUCIA.
Que lindo recuerdo, Mario!
Mario, No conocí a este chico, pero, tu recordatorio y tu prosa además de sentidos hizo que lo conociera un poquito. Abz.
Date: Tue, 4 Nov 2014 03:12:16 +0000 To: aadorrego@hotmail.com