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El blog de Mario Morando

La pasión de Troilo

imagespor Mario Morando (1), Clarín 18/6/2014, pág. 25

“El tango me llegó por Gardel. Una noche que estaba enfermo, con fiebre, mi viejo puso el tango “Córdoba”. A mí me reventaba la fiebre y acaso por eso el tango se me metió bien adentro, a puro fuego…”. “Una vez fuimos a jugar un partido de fútbol allá por la vieja cancha de Ríver Plate, en el viejo hipódromo; me encontré con un griego que tocaba el bandoneón. Se lo pedí y lo tuve un rato en la falda.” Tenía 9 años. En su casa imitaba al griego con una almohada, y en los recreos con un papel plegado.

Estudió 2 años: con un vecino jorobadito que tocaba de oído, con Juan Amendolaro, con de Franco y con Maffia. Debutó a los 12 en un baile de Gimnasia y Esgrima. A los 22 con su propia orquesta. Durante 40 años de director encabezó 36 formaciones diferentes con las que grabó 600 tangos.

“Nunca puedo escribir música por escribir. Preciso una letra primero. Una letra que me guste. Entonces la mastico. La aprendo de memoria. ¡Todo el día la tengo en la cabeza, es como si la fuera envolviendo en la música! Es muy importante para mí lo que dice la letra de una canción.”

No hablaba banalidades. Sus reflexiones eran bohemias. Estando reunido en su casa, de repente se retiraba a otra sala para desarrollar en el fueye alguna idea musical que se le acababa de ocurrir. No las dejaba escapar.

Su padre había fallecido lentamente, dándole tiempo para ir migrando su amor filial hacia el bandoneón, a fin de producir los tangos que tanto amaba. Poco antes había muerto su hermanita. La nostalgia de ambos lo envolvió para siempre, abonando divinamente su obra.

Asombra y emociona darse cuenta que la cultura nacional de cada comunidad, con toda su potencia de generalidad y su impetuosa furia de transformación diaria sobre las mentes de los existentes, está originada sencillamente en sentimientos profunda y específicamente personales, casuísticos, únicos, surgidos de los pliegues de una historia humana concreta y particular; aunque luego se independicen de su humilde pero potente origen, al cimentarse socialmente en el autoreconocimiento que millones de otras afectividades realizan de sí en ese caso particular, de manera inconsciente. Así va surgiendo el arte y el conocimiento, de los intentos, frustraciones y logros de mentes encarnadas, que van contagiando al resto. Y se acumulan en la memoria social, primero en una época dada, y luego a través de las generaciones, constituyendo la cultura nacional.

Una vez le preguntaron:

-¿Lo asusta la tristeza?

-¡Qué me va a asustar, si andamos juntos desde pibe!

-Si pudiera inventar un mundo, ¿cómo sería?

-Yo inventaría un mundo en el cual la gente no creciera. Sería un mundo de niños.

Troilo habría querido quedarse pequeño, con su papá y su hermanita. Lo logró con el bandoneón; potenciando su nostalgia con el hijo que no tuvo.

Gracias Pichuco, por sublimar tus nostalgias en tan sublime arte. Por eso, estos son simplemente tus primeros cien años de eternidad.


[1] Autor de “Frigerio: el ideólogo de Frondizi”. Impulsor, como Presidente de la Fundación Banco Ciudad, de la celebración del centenario de Aníbal Troilo en el Teatro Colón el 14 de julio.

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Esta entrada fue publicada en 18 junio, 2014 por en Homenajes, Música, Uncategorized y etiquetada con , .
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