Las ideas económicas puestas en práctica durante el gobierno de Arturo Frondizi tuvieron una figura clave: Rogelio Frigerio. Fue el impulsor de las principales políticas aplicadas entre 1958 y 1962, que buscaron una vía alternativa al liberalismo y al populismo. La actual crisis energética inevitablemente nos traslada a aquellos años en los que el país alcanzó el autoabastecimiento petrolero. ¿Puede hoy el desarrollismo recuperar el terreno perdido en la política? El economista Mario Morando, autor de “Frigerio, el ideólogo de Frondizi”, dio su punto de vista.
Danilo Lima | Dos Florines
Con el peronismo proscripto, el radicalismo dividido y a la salida de una supuesta revolución –más preocupada en matar peronistas que en gobernar–, Arturo Frondizi, en nombre de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) y secundado por Alejandro Gómez, asumió la Presidencia de la Nación el 1 de mayo de 1958. Ya en el poder llevó a la práctica una política que pretendió poner distancia entre el liberalismo conservador y el populismo peronista, algo que se conoció como integracionismo desarrollista.
Frondizi llegó a la Casa Rosada tras un pacto con Juan Domingo Perón, el líder exiliado, al que se arribó en buena medida gracias al papel que jugó Rogelio Frigerio, el arquitecto de aquel acuerdo.
Los casi cuatro años que Frondizi estuvo en el poder –fue derrocado por un golpe militar y detenido en la isla Martín García– resultaron una experiencia particular, marcada por hechos salientes como, por ejemplo, las movilizaciones de estudiantes universitarios bajo el lema “educación laica o libre” y el represivo Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado) implementado para hacer frente a las protestas de los trabajadores que se oponían a la política económica.
La política exterior sui generis de Frondizi, asimismo, fue una línea destacada de su gobierno: buscó acercar se a la administración estadounidense del demócrata John F. Kennedy y, al mismo tiempo, condenó la exclusión de Cuba del sistema interamericano, y el Presidente, incluso, se reunió con Ernesto “Che” Guevara.
Pero, seguramente, el hecho más importante de la administración de Frondizi fue su polémica política petrolera que pasó a la historia como “La batalla del petróleo”, cuando la Argentina vivía en materia energética una situación llamativamente similar a la de hoy.
El ideólogo. Mario Morando, un economista nacido en Mar del Plata en 1959 –cuando Frondizi estaba en el poder–, es un enfático defensor del desarrollismo y hace unos días estuvo en Paraná para presentar su libro Frigerio, el ideólogo de Frondizi, en la sede
de la Universidad Católica Argentina, invitado por la entidad anfitriona, la Facultad de Ciencias Económicas de la UNER, el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Entre Ríos y la Fundación para el Desarrollo Entrerriano “Gobernador Raúl L. Uranga”
(Funder).
En su libro, Morando rescata la figura de Frigerio y lo ubica como doctrinario y verdadero ideólogo del presidente Frondizi. Propone, también, entender qué fue el integracionismo desarrollista, por qué fracasó y por qué no ha sido resucitado desde entonces.
“La batalla del petróleo”, obviamente, está explicada en detalle y se lleva casi cincuenta páginas.
Aciertos. Morando, en diálogo con DOS FLORINES, remarcó que “el gran acierto” de Frondizi “fue haber abandonado varias de las ideas que tenía antes de conocer a Frigerio y, después, haber puesto su liderazgo político al servicio de esa visión de la cual se convenció”.
El autor está convencido de que Frondizi pensaba todo lo contrario de lo que terminó haciendo después de conocer a Frigerio. “Básicamente estaba en contra de la participación del capital extranjero en el proceso de inversión y completamente a favor de la reforma agraria entendida como un gran parcelamiento de las unidades productivas, porque entendía que la tierra tenía que estar mejor distribuida y pensaba que eso sería lo mejor para la Argentina. Estaba, además, muy a favor de la participación a mansalva del Estado en los servicios públicos”, subrayó Morando.
Frigerio, explica Morando, “le hace entender que parcelar las unidades productivas era eliminar su productividad –lo mismo pensaba Perón– y que los campos tenían que ser explotados como las grandes industrias. Con lo cual había que buscar la integración del campo con la industria”.
Frigerio también le hizo entender a Frondizi que la participación de la inversión extranjera en la economía iba a actuar como “un acelerador del desarrollo”, una idea que terminó aceptando e implementado tanto en la industria petrolera como en la industria automotriz.
El libro, agregó Morando, permite apreciar “lo interesante que fue la vida de Frigerio, una persona que no sólo dio vuelta el déficit petrolero de esa época –similar al de esta época– en apenas dos años, sino que también fue el artífice del pacto con Perón”.
Como periodista, añadió, “fue muy exitoso, lanzó una revista que se llamaba Qué, con una circulación de 200.000 ejemplares por semana, algo que hoy no hace nadie”, y en el final de su carrera periodística “fue el gran impulsor de Clarín como el gran diario argentino, después del fallecimiento de Roberto Noble”.
Frigerio fue, sobre todo, “un gran doctrinario a pesar de que fue un empresario que no había terminado sus estudios universitarios”, destacó Morando.
–La Argentina de 2013, en términos energéticos, ¿está en 1958?
–Sí, le diría que sí. El déficit energético en aquel momento era equivalente a unos 300 millones de dólares, con un país de 20 millones de habitantes. Si usted actualiza esos 300 millones de dólares con los 40 millones de habitantes de hoy, ya tenemos 600 millones de dólares. Pero si, además, considera la depreciación del dólar y el crecimiento del PBI per cápita, el déficit llega a unos 6.000 ó 7.000 millones de dólares. Una cifra cercana al déficit actual. El petróleo en 1968, como hoy, estaba en el subsuelo, pero YPF no lo sacaba.
–¿Por qué?
–Por el mismo motivo de hoy, porque YPF no hizo las inversiones necesarias y no se había preparado para eso. Entonces hubo que acudir al capital extranjero.
–¿Se podría hoy, como en 1958, superar el déficit energético en dos años?
– No soy petrolero, no lo sé. Pero Frigerio lo hizo y todos en esa época decían que era imposible.
–¿Qué habría que hacer para recuperar el autoabastecimiento?
–Lo primero que habría que hacer es conseguir las inversiones, que hoy no resulta tan sencillo. Si usted revisa los contratos firmados con Chevron, que recién ahora tomaron algo de publicidad, la realidad es que va a poner solamente 1.000 millones de dólares y (el CEO de YPF, Miguel) Galuccio ya ha dicho que esa plata no le alcanza y que necesita más inversiones. La verdad es que la gran hazaña del desarrollismo en aquella época fue generar confianza para que esas inversiones llegaran a la Argentina.
–¿Cuál es la diferencia entre crecimiento y desarrollo?
–El crecimiento es simplemente producir más sin importar cómo se distribuye esa mayor producción. El desarrollo, en cambio, agrega al crecimiento otras dos dimensiones. En primer lugar, la distribución equitativa, no tanto por una cuestión ética sino porque cuando el dinero está mal distribuido atenta contra el propio crecimiento, porque si el pueblo no consume el país deja de crecer; es decir, la distribución hace a la sostenibilidad. Después, y fundamentalmente, la estructura de la producción debe ser tal que no estrangule la balanza comercial, como nos ha sucedido. Las tres características son crecimiento, distribución equitativa y una balanza comercial sostenible.
–El kirchnerismo se jacta de haber alcanzado esas tres características en el actual modelo. ¿El gobierno es desarrollista?
–Creo que el Gobierno, como todos los gobiernos, es desarrollista en cuanto a su vocación. Es decir, al Gobierno le encantaría ser desarrollista efectivamente, y yo no tengo dudas de su buena fe. Pero la realidad nos dice que el Gobierno ha descapitalizado enormemente al país, al punto de ser importadores de energía cuando el petróleo lo tenemos enterrado. El Gobierno, entonces, puede ser desarrollista en sus aspiraciones, pero en la práctica no lo es.
–¿Por qué las ideas desarrollistas, después de Frondizi, fracasaron políticamente?
–Creo que las ideas desarrollistas no fracasaron; fracasó el desarrollismo como proyecto político. Porque la verdad es que toda la historia argentina ha sido comandada por los liberales a ultranza o bien por los populistas. El desarrollismo, como no es liberal a ultranza ni es populista, tiene un problema: la espera de sus frutos. Para ver los frutos del desarrollismo hay que esperar.
El gran desafío del desarrollismo es seducir a la población, pero creo que la gente está empezando a entender que si le regalan el capital acumulado, al final, le es perjudicial.
–¿Quién sería hoy el político o partido político que puede encarnar el desarrollismo en la Argentina?
– Creo que el ingeniero Mauricio Macri, entre otras personas, encarna algunas ideas del desarrollismo, aunque no quiero decir que tenga el monopolio de las ideas desarrollistas. Y también uno de sus principales colaboradores que no casualmente se llama Rogelio Frigerio (nieto).
–¿Macri desarrollista? ¿Está seguro? Para mucha gente, en especial para los trabajadores, Macri es un genuino representante del liberalismo a ultranza.
–Eso no es así, claramente no es así. Es una etiqueta que le han puesto para tratar de desacreditarlo, de ensuciarlo. Si uno ve y analiza las cosas que Macri hizo en la Ciudad de Buenos Aires no son nada liberales.
Sobre Mario Morando
Mario Morando nació en 1959 en Mar del Plata, es licenciado en Economía y trabajó muchos años en el control de gestión de finanzas privadas. De 2003 a 2007 fue legislador porteño y de 2008 a 2013 director del Banco Ciudad. Desde este año preside la Fundación Banco Ciudad.
Sus libros son: “Economía y orden jurídico”, de 1993, sobre las vulnerabilidades institucionales de la convertibilidad en los ‘90; “Desafíos Argentinos en el Bicentenario” (con otros autores), en 2010; y “Frigerio, el ideólogo de Frondizi”, sobre el apogeo, ocaso y renacimiento del desarrollismo argentino, en 2013. Sus pasiones son la música y la filosofía, en ese orden.
El eslabón perdido
Mario Morando, quien durante su disertación en la UCA dijo que el general Justo José de Urquiza “fue el primer desarrollista” del país, no tiene dudas de que el período de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio es “el eslabón perdido” de la política argentina. El período 1958-1962, enfatizó, “fue la última manifestación –más allá de algunos hechos fortuitos que se sucedieron desde entonces– de poder político en la Argentina.
Hemos pasado 50 años perdidos, sin rumbo, y, por eso, este libro pretende ser el inspirador del renacimiento de las ideas del integracionismo y el desarrollismo”.