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El blog de Mario Morando

La confusión entre populismo y desarrollo (Clarín, 27/4/2012)

titanic

                                                                   Subiendo al Titanic

Resumo la doctrina económica liberal en el aforismo: “Que cada uno se la arregle como pueda (total yo me la arreglo muy bien)”. Este credo de quienes disponen de abundante patrimonio, facilitó el despliegue ofertista de la revolución industrial. Y bajo el ropaje neoliberal, facilitó la revolución financiera.

La doctrina populista reza, en cambio: “Redistribuyamos riqueza ajena (hasta que las velas ardan) para que nos quieran (y nos voten) ”. Surgió por avaricia de los potentados, que pensaban sólo en maximizar su consumo, y por la desunión de empresarios pymes, que quedaron desde entonces rehenes de políticos oportunistas.

Produjo un solo activo institucional: el gremialismo laboral, con todas sus conquistas. Así, mientras el liberalismo económico produce concentración patrimonial y marginación, el populismo deteriora la estructura productiva y los canales de circulación mercantil.

Ambos confluyen en el estancamiento de los pobres, que en el populismo quedan, si bien asistidos, esclavizados políticamente. El neopopulismo imperante es al populismo lo que el neoliberalismo al liberalismo.

Sempiterna receta: tipo de cambio real bajo; desacumulación de reservas internacionales; consumo sin reposición del capital de infraestructura y energía, acumulado bajo gobiernos anteriores; financiamiento inflacionario; intervención en el comercio, interior y exterior, para tratar de evitar (vanamente) los efectos inexorables de las políticas de precios regulados; gasto público improductivo.

La versión actual del neopopulismo viene acompañada de un organizado sistema de limosnas generalizadas, que tuvo plena justificación en medio de la crisis de 2001/4 pero que convierte a gran parte de la fuerza laboral en zombies económicos, dependientes del gobierno de turno. Todas esto adornado por un palabrerío emotivo, y disponiendo de financiamiento extraordinario por aumento aleatorio de precios externos y mejora capitalista de productividad agrícola interna, donde la acción de gobierno no tuvo ningún mérito.

Este modelo no tiene más límite político que la toma de conciencia de las clases pobres (un tercio de los habitantes) de que así tampoco lograrán progreso. En cambio, la clase media argentina podría seguir siendo expoliada por décadas, dada su increíble falta de unión, hasta convertirse también en pobre.

Sólo una nueva doctrina podrá despertar y unir las mentes de los perjudicados por este estancamiento institucional, para actuar operativamente, como en su momento el peronismo lo hizo con los trabajadores frente a los avaros dirigentes liberales. Esa doctrina es el neodesarrollismo.

¿Qué es el desarrollismo? Focaliza el progreso de la sociedad en abonar la cultura nacional con el crecimiento económico federal que provocan las inversiones, privadas y públicas, ya sean financiadas con ahorro local o extranjero, aplicadas tanto a las actividades primarias como a las industrias, porque el lema es diversificar; no jugarse todas las fichas a un solo número.

El progreso no es exclusivamente de izquierda ni de derecha, cuando es preciso conciliar las fuerzas del trabajo y del capital. Ni ninguneando al trabajo, ni combatiendo al capital. El único peligro que afrontamos es que la seguridad de la limosna pueda más que el desafío de progreso. Pero para eso están los líderes.

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Esta entrada fue publicada en 27 abril, 2012 por en Caso argentino y etiquetada con , .
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