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El blog de Mario Morando

¡Viva Vivaldi!

La habitual subestimación de la importancia de la música de Antonio Vivaldi podría ser resumida por la siguiente frase del compositor italiano Dellapiccola: “Vivaldi no escribió 450 conciertos, sino el mismo concierto 450 veces.”

Debo admitir que hasta hace aproximadamente un año, yo mismo caratulaba a Vivaldi como un músico pasatista, hasta que, por razones que ignoro, “me cayó la ficha” de su importancia y profundidad. Poco después de que eso sucediera, tomé noticia de que hay dos películas sobre su vida en rodaje, que seguramente se estrenarán el año próximo, reflejando que esta revalorización no es sólo de mi propiedad.

Retrato de Antonio Vivaldi en 1725

El redescubrimiento de este compositor data recién de septiembre de 1939, cuando en la ciudad de Siena se llevó a cabo una Semana Vivaldi. El primer catálogo de su obra databa de 1922. Pero fue en 1927 cuando la Biblioteca Nacional de Torino adquirió un lote de casi 200 obras del autor. Sucede que, en 1926, un monasterio del Piamonte, intentando vender una enorme colección de música por necesidad financiera, llamó a un musicólogo italiano, quien se encontró con 14 volúmenes de música de Vivaldi, inactivos durante 200 años. Como la colección no estaba completa, encontraron la mitad que faltaba en la colección privada de dos hermanos ignorantes de su valor.

Hijo de un violinista de la orquesta de San Marco, la más importante de Venecia, recién se tuvo noticia de su certificado de nacimiento en 1962, que data del 4 de marzo de 1678. Como ese día hubo un terremoto en la ciudad, su madre hizo la promesa de que lo consagraría sacerdote si el evento no terminaba en tragedia. Y así, a los 25 años fue ordenado sacerdote, y destinado a profesor de violín del Hospicio de la Piedad, para niñas abandonadas. Se mantendría 30 años en dicho cargo, “sin uno solo escándalo”, como él mismo afirmara. Los alumnos eran pupilas, a quienes se las educaba para casarse “bien”, con nobles de diferentes regiones que acudían allí para conseguir esposa.

En 1705, a los tres años de su ordenamiento, publicó su primera composición: 12 sonatas a tre. Compondría en total 90 sonatas, 478 conciertos y 14 sinfonías.

Que se mantuviera en el cargo del hospicio no significa que no haya viajado bastante, ya sea para representar sus obras en privado u organizar representaciones públicas. Justamente de un viaje a Mantua regresó en 1720 con la cantante Anna Giraud y su media hermana Paolina, quienes desde entonces compartieron la casa de Vivaldi con él hasta su muerte. Viajaban casi siempre juntos y Vivaldi afirmaba, para defender su honor, que las confesaba una vez por semana. Casi nunca ofició misa, de lo que se excusaba por una afección respiratoria. Que sin embargo no le impidió viajar por toda Europa.

Varios testimonios quedaron de su pericia como violinista. Si bien Carlo Goldoni lo consideraba un compositor mediocre, parte de su música lograba venderla a altos precios, pues era demandada por nobles melómanos. También era famoso por su velocidad al componer, que se decía superaba la de los copistas al transcribir sus obras.

¿En qué consiste la grandeza de la obra de Vivaldi? Si se escucha a sus antecesores, por ejemplo, Monteverdi, resalta la falta de amplitud que tenía melódicamente la monótona música de entonces. Y aun comparado con sus contemporáneos, tales como Corelli, la música de Vivaldi resulta mucho más expresiva y variada. En términos formales aportó el desarrollo del Concierto para Solista, como evolución del Concerto Grosso. Luego sería Bach, uno de sus grandes admiradores, quien lo completaría en sus Conciertos Brandenburgueses. Bach era tan fan de Vivaldi, que varias obras de éste nos llegaron sólo gracias a las transcripciones de éstas que Bach realizara para clavicénbalo.

La música de Vivaldi, especialmente la que expresa paisajes naturales (obras programáticas), como Las Cuatro Estaciones, nos llena de la alegría de la creación y de vivir, siendo al mismo tiempo de gran transcendencia dramática. Una música vital, sin parangón antecedente. Así es como debemos valorarla: no como una musiquilla sencilla comparada con sus estilos sucesores, sino como la irrupción de la alegría en la música barroca, mientras que la música renacentista que le antecedió era monomórfica y monótona.

Destacamos: su fantasía expresiva y melódica, con frases cromáticas y empleo de los tres tipos de escalas menores; el vigor rítmico y sus síncopas; las progresiones armónicas con libertad contrapuntística; sus refinadas inflexiones y contrastes modales; y las tonalidades distantes, alternadas para dar contraste.

En 1740, Vivaldi renunció a su cargo en el hospicio y se preparó para radicarse en Viena con Anna Giraud y su hermana. Que había crisis económica por entonces, lo sugiere el hecho de que no se le nombró sucesor en su cargo. Pero no sólo por eso debe haber emigrado: seguramente también influyeron que Viena era el centro musical de Europa y que allí las habladurías sobre su “familia” cesarían.

Pero cuando llegó a Viena, su protector Carlos VI falleció inesperadamente y Vivaldi quedó descolocado, muriendo pobre al año, el 28 de julio de 1741. Su tumba se perdió, tapada por la construcción de la Universidad Tecnológica de Viena. Toda una metáfora de los nuevos tiempos que llegaban.

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Esta entrada fue publicada en 8 noviembre, 2011 por en Música y etiquetada con .
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