No hace falta ser peronista para admirar a José Rucci. Refulge como la mejor joya de lo mejor del peronismo.
Yo tenía 14 años cuando fue asesinado y recuerdo con vividez que todo el país paró en su honor.
Y es que Rucci presentó cuatro cualidades destacables:
Fue un genuino trabajador que terminó siendo, naturalmente, sindicalista, para defender los derechos obreros. Nunca especuló con su accionar, sino que siempre estuvo sólo a su servicio.
Nunca fue inconsistente con su ideología, siempre fue fiel a ella. Por algo Perón perdió su proverbial compostura cuando Rucci fue asesinado. Era como un hijo.
Entró y salió con lo puesto de su cargo.
Como si todo esto fuera poco, ofrendó su vida por sus ideales.
Por su idealismo, por su seriedad, por su coherencia, por su coraje, José Ignacio Rucci merece ser recordado como un modelo de gremialista. Su ejemplo disuelve toda bandería política, aunando mentes y corazones de peronistas y no peronistas en aras de un ejemplo de patriota encarnado.
Sucede que el nacionalismo no tiene dueño partidario.