Mario Morando. Economista; Director del Banco Ciudad.
Génesis extraña.
Fue la asimetría entre la capacidad de países subdesarrollados para generar ahorro y su capacidad para reciclarlo en sí mismos, lo que sobreofertó el mercado del crédito internacional. A diferencia de la década del ’70, donde los centros financieros internacionales suplieron esa incapacidad redistribuyendo los ahorros de los países petroleros hacia otros países subdesarrollados, durante la última década dichos excedentes fueron reciclados, básicamente, en los mismos países centrales.
Esta incapacidad estructural de los países subdesarrollados para darle aplicación interna a los ahorros que generan, constituye uno de los mayores misterios del crecimiento económico, dando lugar a todo tipo de especulación, desde la teoría imperialista de la dependencia política hasta la sociología de las clases dirigentes para reinvertir con confianza en sí mismas. Como si llegada la acumulación en un país subdesarrollado hasta cierto punto, produjera un vértigo para seguir acumulando. Una desconfianza infranqueable que conduce, a partir de cierto nivel, todo el excedente de ahorro hacia los países centrales.
Lo que abunda, daña. Pero los profetas del pasado no saben nada.
Recibiendo las mesas de dinero de Wall Street (antiguamente llamadas «bancos de inversión») semejante presión ofertista, es razonable que buscaran denodadamente formas nuevas de aplicación. Esto con independencia de los esquemas de incentivos utilizados, que sí pueden haber exacerbado el problema, pero no son, en mi opinión, la fuerza central que lo impulsó. No es nada raro que frente a tanta abundancia de crédito, se terminara malversando. Las críticas actuales de que se lo pudo haber canalizado mejor, quedan evidenciadas en su impotencia por el simple hecho irrefutable de que dichos críticos no fueron capaces de proponer dichas «mejores alternativas de colocación» cuando el dinero estaba efectivamente disponible.
El multiplicador del crédito también funciona en reversa.
El único fundamento que tiene el asombro que reina frente a las caídas generalizadas de producciones y precios es la ignorancia unida a la miopía ideológica. ¿Por qué la velocidad de caída debería ser menor a la de subida? Recuerda el estupor local cuando se desarmó la ficticia convertibilidad, que piramidada en el multiplicador del crédito se descompuso, descubriéndose entonces que no pueden recuperarse depósitos al mismo ritmo que se caen los créditos, mientras sí pueden crearse créditos al mismo ritmo que crecen los depósitos. Si bien por razones diferentes, del mismo modo que el crédito se sube al multiplicador de los depósitos, también la riqueza baja según el multiplicador de los defaults.
Gracias a la malversación del crédito, se logró mayor crecimiento.
Todas las críticas que arrecian hoy contra la manera en que se canalizaron los excedentes pierde de vista que llegamos donde estamos gracias a dichos métodos. Si suponemos que durante los últimos 10 años se logró una tasa de crecimiento mundial superior en 1,1% a la que hubiera existido en caso de poner el pie en el freno y dificultar la realización de operaciones de crédito riesgosas (supongamos una tasa normal de crecimiento del 2,3% anual versus una observada del 3,4%), entonces la producción excedente que se realizó durante esta última década hasta 2008 equivale a un plus del 20% con respecto a la que se habría obtenido creciendo al 2,3%. Es decir, hoy estamos 20% mejor gracias al sistema de crédito utilizado. Lo que además implica que la economía mundial podría caer durante 3 años al 2% anual negativo (para 2009 es espera una caída del 1%) y recién entonces haber descendido al nivel en que estaríamos si hubiera crecido armoniosamente al 2,3% anual durante 14 años. Muchas veces estas verdades quedan ocultas tras la amplificación de las pérdidas de los perdidosos frente a las ganancias de los gananciosos. Según nos informa la partida doble, por cada alguien que perdió al resultar su crédito incobrable, hay otro alguien que ganó en su default. Si hay dudas, consultar a Madoff.
Los únicos responsables, hasta ahora siguen impunes.
Acusar a los responsables de la política económica de no haber frenado un esquema exitoso, al igual que enconarse contra el natural mercantilismo de los banqueros, es como mínimo ingenuo. Lo dicen todos los textos de economía: el lucro, es la fuerza que impele al sistema. Pero los que se ganan la vida «vendiendo servicios públicos o privados» de calificación (entes reguladores estatales del mercado financiero y agencias de calificación de riesgo), quedan vacíos de contenido si dieron por buenos, activos que finalmente resultaron tóxicos (más bien, venenosos). Un corolario mínimo de esta crisis es que estos entes de poco sirven, y que hemos encontrado la manera de reducir costos reales espurios.
La crisis empeorará cuando las tasas reales finalmente suban y los déficits fiscales finalmente hagan su aparición en escena.
Existe una creencia tácita de que los gobiernos podrán fijar sin limitaciones la tasa real de interés de su crédito y de que todos estos paquetes fiscales que tapan «agujeros financieros» lo hacen sin destapar otros en el resto de la economía. Resulta sobreabundante enfatizar lo erróneo de estas creencias agradables. Dejemos que en seis meses los hechos hablen por sí mismos.
El problema a resolver: reducir la relación Deuda/Producto.
La relación normalmente observada en países como USA ha sido en torno a 2 años de producción. Hoy es 3,5 años (durante 1929 era 3).
Como aumentar la producción en medio de la desconfianza generalizada parece de muy improbable realización, sólo queda discutir cómo bajar la deuda. Primero se intentarán los paquetes de ayuda. Luego las quitas negociadas. Cuando la compuerta no aguante más, hará su irrupción la inflación. Pero con mercados libres, no está tan claro que así se logre licuar las deudas, si la tasa de interés libre supera la inflación. Así terminamos (¡oh, sorpresa para los argentinos!) con tasas reguladas para permitir la licuación.
Una oportunidad para volver a ser confiables.
Imaginemos el dilema de los secretarios financieros de los jeques árabes, por ejemplificar, al momento de tener que renovar hoy un plazo fijo por miles de millones dólares en un banco suizo. Nada luce seguro ni rentable. El instinto de defensa lo irá llevando inexorablemente a las inversiones reales directas, donde resulte más difícil violentar la propiedad privada, excepto una revolución socialista. Como ya no hay alumnos impolutos en esta aula financiera mundial, como parece que ninguno hizo bien sus tareas, los argentinos estamos en condiciones, si nos lo proponemos, de capturar marginalmente ingentes cantidades de inversión directa extranjera para generar lo que más necesitamos: puestos de trabajo calificados. Por supuesto es necesario disponer de un gobierno que se lo proponga y abone el terreno para ello.