El lunes 29 de noviembre del 2007 se realizó en el Salón Dorado de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el acto de consagración -multitudinario, con la presencia de los nombres de mayor significación de la cultura nacional-, de Ciudadano Ilustre de Buenos Aires al escritor Bernardo Ezequiel Koremblit. Pronunciaron discursos alusivos al celebrado autor de La torre de marfil y la política el vicepresidente de la Academia Argentina de Letras Jorge Cruz; el doctor Lauro F. Laíño, presidente de ADEPA; el profesor Moshé Korin, Director de Cultura de AMIA; Marina Alurralde, nieta de Koremblit, y el Dr. Mario Morando -economista y diputado porteño macrista-, autor del proyecto que fuera aprobado por unanimidad. El Grillo se complace en publicar la disertación del doctor Mario Morando:
Bernardo Ezequiel Koremblit acaba de ser distinguido como Ciudadano Ilustre Porteño. Fundamentalmente se trata de un escritor de ensayos, de temas humanísticos en toda la dimensión del vocablo humanismo y de artículos periodísticos sobre asuntos literarios. (1) Sus libros sobre los poetas Nicolás Olivari y Alejandra Pizarnik y el escritor Alberto Gerchunoff lo evidencian como un intelectual allegado y solidario con sus pares argentinos comprometidos con la vanguardia. Ha cultivado la amistad, entre decenas, de Eugenio Pucciarelli, José Luis Romero, Jorge Luis Borges, Horacio Rega Molina, José María Castiñeira de Dios, Jorge D’Urbano, César Tiempo, Florencio Escardó, Conrado Nalé Roxlo, Ernesto Sábato, Carlos Matronardi, Enriqueta Muñiz, Marcelo Intili, Roberto Arlt, María Granata, Joaquín Gómez Bas, Enrique Anderson Imbert, Arturo Frondizi, Leonardo Castellani, Bernardo Canal Feijoo. Con Arturo Jauretche, Luis Dellepiane y Gabriel Del Mazo ingresó en FORJA.
Su obra oral es, al menos, tan importante como la escrita: inconfundible conductor por su voz y su estilo, de programas de radio, ha pronunciado innumerables conferencias y participado de mesas redondas en las más prestigiosas instituciones del país y el exterior.
A pesar de su declarado afán de limitarse a la torre de marfil, su vida profesional nos lo muestra comprometido con el quehacer cultural activo. Fue Director de Cultura de la Sociedad Hebraica Argentina (SHA) durante 31 años y de la Biblioteca Nacional, Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y de la Academia Nacional de Periodismo, a la que pertenece ocupando el sillón Alberto Gerchunoff. Es asimismo miembro de la Academia de Artes y Ciencias de la Comunicación, de la que es vicepresidente.
Sorprende su enfoque omnicomprensivo de los temas, su humanismo inusualmente aliado a una lógica rigurosa, su conjunción de lo mejor del judaísmo y del cristianismo, su humildad, su humor, su permanente jovialidad.
Para Koremblit la pasión es lo que da sentido y justificación a nuestra existencia. Sin ella no hay vida efectiva, sólo virtual, nominal. Es el combustible esencial. Pero dada la incertidumbre del conocimiento humano, la contrariedad está siempre agazapada, lista para asaltarnos. De esa tensión entre pasión-incertidumbre-contrariedad surge el resto de su pensamiento.
Privilegiar los ideales, pero siendo siempre realista. «Sólo la Poesía es la absoluta realidad», dice recordando la memorable declaración de Holderlin. Y Koremblit por su parte añade: «Debemos soñar siempre, siempre debemos soñar, pero sabiendo que para que nuestros sueños se cumplan debemos estar bien despiertos».
Su veneración por las palabras, como vehículos para comunicar ideas y sentimientos a los demás y a nosotros mismos, la revela con intensa expresión confesional: «Amo a las palabras, las quiero, las respeto, las cuido: son sagradas para mí». Y agrega: «No existen sinónimos; hay archipiélagos de palabras, pero cada palabra es una isla, con color y fisonomía propios».
Pero como ningún hecho, y por consiguiente ninguna afirmación, pueden ser indudables, ni mucho menos definitivos, es necesario convivir con la ambigüedad. Y acudir a la paradoja para expresarla. Negar la paradoja es negar la ambigüedad. Por ello la importancia de ser tolerantes y estar abiertos al diálogo permanente. La intolerancia es perjudicial para el desarrollo humano.
Su descreimiento del éxito del cambio social procesado fuera del ámbito individual, del efecto revolucionario de la política, se balancea con la razonabilidad que le atribuye a esperanzarse en el efecto educativo-redentor que produce la difusión de las obras de arte de la literatura. De ahí la justificación de su oficio de escritor.
Para Bernardo Ezequiel Koremblit, desarrollarse como ser humano es una labor infatigable, diaria e imperfecta. Requiere de un esfuerzo permanente en nuestra relación con nosotros mismos y con nuestros semejantes, que nunca llegará a su fin, pero que puede tender hacia él.
Finalmente, para que ese proceso de desarrollo no se torne, a veces, amargo, nos auxilia el humor, como imprescindible digestivo de la inevitable y omnipresente contrariedad. Lo dice Koremblit: «El humor, esa estética del desencanto, que no nos hará felices, quizás, pero nos compensa de no serlo».
Así la tensión entre pasión, incertidumbre y contrariedad, da lugar al diálogo tolerante, confluyendo en el arte, regado con humor. El arte es para Koremblit el método para desarrollar la pasión, y, al mismo tiempo, asimilar positivamente la incertidumbre y la contrariedad.
Por sobre su labor de escritor, de dirigente cultural y de pensador, Bernardo Ezequiel Koremblit es un ser que sobresale por su actitud bienintencionada, su buena fe, su humildad de sabio que contesta cuando se lo llama «maestro»: «No soy maestro, soy discípulo». Su judaísmo ecuménico busca siempre tender puentes hacia los otros credos; hay en él una concepción tan mosaica como agustiniana de inusual fructificación. Mención aparte merece su inigualable talento de conversador en una época en la que sólo se charla a la apurada. La serenidad que nos transmite con su seductora voz, se percibe como sobrenatural. Su cordialidad infinita, lo convierten en el amigo ideal que todos deseamos. Definitivamente Koremblit se hace querer.
Para celebrar sus 91 años, su larga trayectoria de escritor, de dirigente cultural, de comunicador social, de cultor de la amistad con otros ilustres y, por sobre todo, de pensador moralista excepcional y de conversador exquisito, y para destacar su vida como ejemplo a tomar en cuenta para nuestro desarrollo personal, es que Bernardo Ezequiel Koremblit ha sido designado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Porque si Bernardo Ezequiel Koremblit no fuera porteño ilustre, ¿quién lo sería?
(1) Autor de: Ben-Ami, el actor abismal. La torre de marfil y la política. Romain Rolland: Humanismo, combate y soledad. Nicolás Olivari, poeta unicaule. Coherencia de la paradoja – Jorge Luis Borges. El humor, una estética del desencanto. Todas las que ella era: ensayo sobre Alejandra Pizarnik. Eva o los desencantos del Paraíso. Baudelaire: Las Flores del Mal. Ha obtenido el Primer Premio Nacional, el Primer Premio Municipal, los premios ARGENTORES, Fondo Nacional de Las Artes, Esteban Echeverría, Santa Clara de Asís.