El reemplazo del voto mediante las tradicionales boletas de papel por el voto emitido mediante medios electrónicos no sólo acelera el escrutinio, al suprimir la necesidad de contar manualmente los votos y remitir telegramas por correo con los resultados por mesa, sino que disuelve la posibilidad de fraude y de votos inválidos, y hasta la necesidad de fiscales por mesa, eliminando el conocido problema del robo de boletas. Hasta posibilita el voto por Internet, aumentando la participación.
Si bien es cierto que esto no elimina los punteros barriales, incentivadores para inducir la votación de uno u otro candidato, reduce la necesidad de estructuras partidarias de al menos 5.500 fiscales en la Ciudad, favoreciendo la participación de nuevos partidos.
Somos varios los diputados porteños que hemos presentado proyectos en este sentido, siendo el pionero el Dr. Juan Carlos Lynch (mandato cumplido por PRO). Sin embargo, la agenda legislativa ha estado alejada durante estos 4 años de las reformas a la ley electoral. Es cierto que del mero cambio al sistema electrónico no puede resultar la panacea de la reforma política, pero es un comienzo. Facilitaría, por ejemplo, instaurar el sistema de preferencias o tachaduras, privilegiando cada elector en su votación a los candidatos de la lista sábana que más le interesan, alterando el ranking de preferencias del partido que propone la lista. Brasil, Paraguay, Bélgica, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Holanda cuentan con sistema de voto electrónico. En la Ciudad se han realizado experiencias piloto durante las últimas elecciones, habiéndose dado a difusión sus resultados, pero sin incidencia efectiva para propender a su instauración.
¿Qué fuerzas operan en contra de esta reforma? En primer lugar, grandes partidos que no quieren bajar barreras de entrada a partidos más nuevos y menores. En realidad no es que estén operando en contra, sino que simplemente ignoran la propuesta de reforma.
Además, en las estructuras establecidas se teme que el voto electrónico sea el caballo de Troya a través del cual desembarquen otras reformas políticas que alteren la relación de fuerza entre el establishment político y las nuevas fuerzas, dado que una vez instalado el voto electrónico permite una flexibilidad de cambio en el formato de las boletas que hoy no permite el sistema de la papeleta. Para usar otra metáfora griega, se teme que se esté abriendo una caja de Pandora.
El macrismo no tiene ninguno de esos temores, porque es una fuerza política nueva y porque la transparencia sólo puede traer progreso de la mano de una mayor participación ciudadana. Formulo mis «votos» para que la nueva camada de diputados avance finalmente en la tan mentada reforma política. Sin duda el voto electrónico será el puntapié inicial.
Mario Morando. Economista. Legislador porteño de CPC.