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El blog de Mario Morando

El PBI «inflado» por el gasto público (El Cronista Comercial, 17/11/1992)

Aumento pautado del 24% en 1993

Pese a que el Gobierno privatizó la mayoría de las empresas públicas más deficitarias, el gasto público crecerá un 24 por ciento en dólares durante el año próximo, según los datos contenidos en el Presupuesto enviado al Congreso.

El resultado financiero de las cuen­tas públicas se ha convertido en la variableestrella, descuidándose el análisis de aspectos importantes de la eco­nomía real.

El equilibrio fiscal meramente nos in­forma acerca de la posibilidad de que la economía cuente con dinero de juguete o de verdad, pues todo déficit termina fi­nanciándose finalmente con emisión. Pero la estabilidad monetaria no lo es todo en la vida económica de una nación.

Los argumentos que denuncian el bajo tipo de cambio real que afrontaría la Ar­gentina se basan en series de cocientes (ti­po de cambio/precios internos) que mues­tran que estos últimos crecen más que el primero. A su vez los argumentos a favor de dicho nivel de tipo de cambio real se concentran en la magnitud del flujo neto de ingreso de capitales, que si bien causa el problema de la revaluación del peso, al mismo tiempo lo soluciona. A continua­ción se destaca otro enfoque del asunto, por entender que es el que echa luz sobre las acciones a emprender.

La relación entre tipo de cambio real y nivel del gasto público ha sido claramente expuesta por los Dres. Cavallo y Peña en las págs. 7 a 17 de la revista Novedades Económicas de abril de 1984. Allí se afir­ma que el gasto público en dólares es una medida de la presión fiscal que el gobier­no impone sobre el capital y el trabajo de­dicados a la producción de bienes cuyos precios no pueden evadir la ley del único gasto precio, por ser transables intemacionalmente. Al aumentar el público y man­tenerse el tipo de cambio fijo, estos secto­res ven reducidas sus rentabilidades rea­les, pues mientras los bienes y servicios internos aumentan sus precios, ellos no pueden trasladárselos al mercado externo. Así se desalienta la producción de bienes comercializables internacionalmente, dis­minuyendo exportaciones y aumentando importaciones.

Frente a esta realidad, los autores ex­ploran la posibilidad de neutralizar este efecto vía política comercial, y conclu­yen: «Pero una vez que el gobierno ha aplicado altos aranceles a las importacio­nes, altos reembolsos a las exportaciones e impuestos al turismo, en realidad lo que ha hecho es elevar el tipo de cambio para todos los bienes y servicios, es decir, ha­ber devaluado la moneda nacional y, por consiguiente haber ‘desinflado’ el pro­ducto bruto interno en dólares. En defini­tiva, la solución genuina del problema creado por un muy elevado nivel de gasto público en dólares es, sencillamente, ba­jarlo al nivel soportable para la econo­mía, sea por el recorte de los gastos en pesos, o por la elevación del tipo de cam­bio» (el subrayado es de los autores). Si descartamos la devaluación, por tratarse de un recurso sin efecto duradero sobre las variables reales, sólo queda reducir el gasto público.

¿Es elevado el nivel de gasto público en dólares en la Argentina 1992? Cavallo y Peña, en el mismo artículo, nos brindan una metodología de medición muy razo­nable y sencilla. Se considera como gasto público la ejecución de los presupuestos de la Nación, de las provincias y de la MCBA, incluyendo la inversión de las empresas del Estado y computando sus déficits operativos como gastos y adicio­nando los intereses reales devengados de la deuda pública total, definidos como di­ferencia entre los intereses nominales y la tasa de inflación en Estados Unidos. A es­te monto de gasto público se lo convierte a dólares corrientes, que se transforman en constantes vía índice de precios al con­sumidor de los Estados Unidos. Final­mente se lo corrige por la evolución del PBI de la Argentina a precios constantes, para mantener una equivalencia con el ta­maño de la economía.

En el cuadro adjunto, la segunda co­lumna es la copia de la última columna del cuadro 2 del trabajo citado, y está ex­presada en dólares constantes de 1983. La tercera columna que agregamos es la co­lumna anterior llevada a dólares de 1992 con el índice de precios al consumidor de Estados Unidos. No hay corrección por variación de PBI argentino pues éste prác­ticamente no varió desde 1983 a precios constantes. Además se agregan los datos de 1992 y 1993 obtenidos del proyecto 1993 del Presupuesto Nacional, sin incor­porarse los intereses, dado que para esos años la tasa Libor aproximadamente igua­la a la inflación de Estados Unidos.

Según los autores, puede observarse en el gráfico que el gasto público en dólares promedio del período 1964-72, período en el que la economía argentina creció ininterrumpidamente, corresponde al ni­vel al que reiteradamente esta variable tiende a volver después de cada ajuste. «Tanto en 1977 como en 1982 el ajuste llevó el gasto público a aquel entorno.» Por lo tanto, el nivel de 1992 seria 25% superior al sanamente soportable y el pro­puesto para 1993 sería 40% superior. La posibilidad de prever la iniciación de un nuevo ciclo de crecimiento del gasto pú­blico en dólares compatible con el creci­miento general de la economía, como los que se iniciaron en 1973 y 1978, está aco­tada por la disponibilidad nula de divisas excedentes a las afectadas a la convertibi­lidad del peso y por el inminente aumento de las tasas reales de interés en Estados Unidos.

¿Cómo puede crecer 24% el gasto en dólares (neto de las prestaciones de la se­guridad social, de los intereses y de la in­versión financiera) luego de haberse privatizado las empresas públicas más defi­citarias (página 4.276 del Proyecto 1993 de Presupuesto Nacional)? ¿Dónde están los ahorros de la privatización?

Independientemente de la urgencia en solucionar el déficit del sistema previsional, principal componente creciente del gasto no considerado en el 24% de au­mento mencionado, es urgente disminuir el resto del gasto público para no asfixiar al sector privado y permitir que continúe el proceso de crecimiento. Nótese que la medición del gasto como porcentaje del PBI no revela la verdadera magnitud del problema, pues el PBI resulta inflado por la misma política de gasto público.

Si el tamaño económico del Estado no disminuye luego de las privatizaciones hay algo que no está funcionando. Está claro que existen restricciones institucio­nales a los cambios económicos que ha­cen más fácil aumentar los impuestos que bajar los gastos, pero también es cierto que la lógica no respeta los sentimientos.

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Esta entrada fue publicada en 17 noviembre, 1992 por en Economía argentina y etiquetada con .
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